martes, 4 de febrero de 2014

De cómo tener accidentes poco creíbles el día de la entrega

Estuvimos toda la noche despiertas. Luisina dibujaba (ella es mil veces mejor que yo en eso) y yo hacia la parte escrita. Tomando coca y escuchando canciones de Chiquititas y Erreway a pesar de nuestros 20 años, logramos durar toda la noche patéandonos las ojeras y evitando los bostezos que para algunos como yo, causan las entregas de historia.
En el momento en el que empezás a ver borroso y ya no sabés si estás escribiendo derecho o torcido, o si vaca va con "V" o "B", es cuando independientemente de tener las láminas listas o no, querés que termine la noche y entregar como sea. Miré la hora y recuerdo que eran cerca de las 6 am. Decidí ir a ducharme para dejar que mi cerebro descanse un poco antes de tener que manejar a la facultad por la autopista sin haber dormido nada.
Ya abajo del agua, pensaba que bueno sería tener un mini-helicóptero en el que pueda poner el rollito de láminas y se lo lleve directamente a mi ayudante, sin escalas. "Para Clara de Luisina y Julieta, con cariño" en una tarjetita y una foto de nuestras caras reventadas para que sienta un poco de lástima por nosotras (fundamental NO MAQUILLARSE e ir arruinada el día de la entrega para que piensen "pobre, se mató" aunque tu entrega sea una reverenda porquería) y nos ponga un "NIVEL +". Frustrada por el sistema de "niveles" que usan, (¿que es un NIVEL + ? ¿un 7, 8, 9 o 10?) y también porque en el utópico caso de conseguir ese mini-helicóptero de mis sueños, no me iba a evitar el viaje a la facultad. Además de la entrega, teníamos exposición. Básicamente creo que es su manera de comprobar que en una facultad donde las carteleras están llenas de papelitos que prometen hacerte la entrega, recurriste como un buen estudiante a pasar la noche cantando canciones que te aprendiste hace quince años y a dibujar fachadas, plantas y cortes de edificios como un esclavo, quedando con el dorso de la mano negro de grafito, ensuciando láminas nuevas, y borrando con la goma como una burra.
Mi miseria no terminaba ahí, los miércoles cursaba doble turno, o sea: entraba a las 8 am, salía a las 6 pm. Di-vi-no. Mientras pensaba en cómo iba a encontrar un hueco en el horario para poder dormir tirada en un banco del patio de la facultad, me di cuenta que me tenia que apurar porque si no, encima de todo, iba a llegar tarde y me iba a tener que meter el auto en el bolsillo.
Ya vestida, con un jean y un buzo gris clarito, el pelo mojado y mi cara irreparable ("mejor, cuanto más arruinada mejor") bajé para encontrar a Luisina dormida arriba de las láminas ("descansaba la vista porque me arden los ojos" me dijo). Le dimos unos toques finales a la entrega ("toques finales a la entrega" quiere decir la arruinamos toda en dos minutos para que parezca mas linda, pero nos salió mal), desayunamos y nos fuimos.
Por supuesto ya era tarde. Tardo demasiado en ducharme, decidir qué me voy a poner, ponérmelo, peinarme y nada más.... en realidad no sé por qué tardo tanto, pero esa es mi característica insignia.
Claro que se me bajó la barrera en mis narices y tuve que esperar diez minutos ahí, y claro que la cola para subir a la autopista era larguísima.
Llegamos a la facultad a ESA hora. La hora en la que deseas con todas tus fuerzas tener las pastillas del Chapulín Colorado de chiquitolina para darle una al auto y meterlo en el bolsillo de la mochila.
Después de dar mil vueltas, el único lugar que estaba libre era la entrada de auto del lote que está en frente de mi facultad. Es básicamente un alambrado que no rodea nada. Como unos cincuenta metros más allá del alambrado estaban haciendo una obra. A pesar de las pocas luces con las que contaba en el momento, se me prendió la lamparita. Creyendo que había descubierto América, le dije a Luisina súper excitada "estaciono acá y esperame que ya vengo". Siempre hago eso, cuando creo que tengo la MEJOR idea no la quiero contar. No creo en eso de "quemarla", pero me gusta sorprender si me sale bien.
Me bajé del auto y crucé el portón. Había un huellón de barro, seguramente de algún camión que había entrado materiales a la obra. El día anterior había llovido y no parecía un barro peligroso, pero igual decidí esquivarlo. Fue una caminata larga, no por la distancia, sino porque me estaba dando cuenta por el camino que lo que iba a hacer era de cara dura, pero había dejado a Lu con una promesa de estacionamiento silenciosa en el auto, así que seguí caminando y llegué a la obra.
No había cerco, estaban todos los trabajadores ahí, al lado mío. Parece que no se acercaba mucha gente a charlarles porque se quedaron mirándome como pensando que era un alien.
"Hola, me gustaría hablar con el encargado por favor", la mejor sonrisa, dirigiéndome a todos y a nadie en especial, mientras pensaba "tenés que caerles bien".
"El encargado no está, qué necesitás?", me respondió uno amablemente.
"Llegué un poco tarde a la facu y no encuentro lugar para estacionar por ningún lado y tengo entrega, quería saber si podía meter el auto acá".
Se miraron entre todos. "Esperá que mejor llamamos al encargado", dijo otro y se fue.
Me quedé esperando, incómoda por la situación en la que me había metido solita. Me sentía observada y no sin razones, tenía como veinte ojos encima. Me crucé de brazos y me di vuelta para mirar a Lu que estaba en el auto, pero tengo los vidrios polarizados, asi que yo no la veía; seguramente ella sí a mí, si es que me estaba mirando.
"Hola, ¿en qué te puedo ayudar?" escuché de atrás mío. Me di vuelta y había venido el encargado. No tenía nada que lo distinga de los demás, era uno más.
"Hola, buen día. Disculpá que te moleste pero... (la misma historia que antes)". Tenía cara de pensativo, lo estaba analizando. Me di cuenta que mi caso necesitaba más evidencia para ganar el juicio y le dije "la verdad es que ví el portón abierto y se me ocurrió entrar, pero me pareció mas apropiado pedir permiso antes, porque no quería meterlos en problemas a ustedes" (super cara de perro mojado). Se le empezó a transformar la cara. De lo pensativo y serio pasó a relajado y sonriente.
"Mirá, me pidieron específicamente que no deje estacionar autos acá, pero la verdad es que sos tan sincera y educada que... entrá, dejalo ahí cerca del alambrado, me compraste".
"Te lo re agradezco, de verdad. Mil gracias!"
"No pasa nada, pero que no se haga costumbre." Nos reímos los dos y me di vuelta, triunfante, con cara de victoria, tratando de transmitirsela a Lu, si es que me estaba mirando. Mientras recorría el camino de vuelta, consciente de que seguramente el encargado le estaba contando al resto que al final me había autorizado a estacionar, y que probablemente alguno me estaba mirando, decidí que el huellón de barro no era digno de esquivar. Tenía que desviarme bastante y nunca ví una caminata triunfal en zig zag. Le quitaba importancia al momento. Hasta sentía que el viento me peinaba y que estaba mas despierta.
Así que pisé el barro. Y claro, me caí de traste. No sólo me caí, sino que mi torpeza no me permite siquiera caerme derecha, cuestión por la cual no sólo me embarré las zapatillas y el jean, sino también el buzo y, mágicamente, la remera y el pelo.
Mi pánico a los papelones me ordenó que me levante rápido. "Rápido, rápido, no te vio nadie".Creo que todavía no había terminado de caerme cuando empecé a levantarme, y mi desesperación por apurarme me costó otra patinada, pero esta vez caí en cuatro patas. Levantándome con cuidado de no volver a caerme por tercera vez en el mismo lugar para el regocijo de alguno que haya visto mi torpeza desde el principio, traté de hacer equilibrio en el barro más ENGAÑOSO y RESBALOSO que alguna vez me haya cruzado en mi vida.
Con sentimientos encontrados, de triunfo y fracaso, llegué al auto y cuando abrí la puerta la cara de Luisina era una mezcla de emociones. Creo que una era lástima, pero la otra claramente era risa y se la estaba aguantando por miedo a que me enoje. Ahí me tenté y ella se sintió libre para reirse también, se nos caían las lágrimas, a ella por lo que había visto y a mí porque ya me causa gracia ser tan torpe. Pero después de un rato volvimos a la realidad: yo estaba TODA EMBARRADA y todavía teníamos que entregar Y EXPONER !
"Por suerte siempre tengo una cajita de carilinas en el auto" le dije re convencida. No sólo no me limpié sino que logré esparcirme el barro a lugares que segundos antes estaban limpios. Decidí sacarme el buzo y atármelo a la cintura para que me tape la cola, pero el barro llegaba hasta abajo de mis rodillas de atrás, y mis rodillas también se habían embarrado cuando me caí en cuatro patas. Lu me dijo que me prestaba su tapado que era largo y pensamos que esa era la solución.
Su tapado era largo. Era largo para ella, a mí no me llegaba a tapar la cola. Se me volvieron a llenar los ojos de lágrimas pero esta vez de frustración. POR DIOS ! QUIEN SE CAE EN EL BARRO EN LA FACULTAD ?????
Por supuesto que no me animaba a entrar a la facultad a explicarle en la cara a mi ayudante lo que me había pasado, en parte porque me daba vergüenza estar embarrada, y en parte porque me daba vergüenza ser tan boluda.
Le dije a Lu que no tenía arreglo y que me iba a cambiar a mi casa. Me preguntó si volvía para el turno de la tarde y le dije que sí. Le pedí que por favor le cuente a mi ayudante lo que me había pasado y se bajó del auto con la entrega.
Sin animarme a mirar a la obra donde yo me imaginaba que estaban todos desencajados de risa, puse mi buzo en el asiento para no embarrarlo, me limpié un poco mejor las manos con las carilinas (tampoco me dio la cara para entrar a la facultad para ir al baño a lavarme las manos) y me subí al auto para volver a mi casa derrotada por mi torpeza.
Manejé todo el camino con un pañuelito descartable en cada mano para no ensuciar el volante, tratando de convencerme de que era algo que le podría haber pasado a cualquiera. Pero pensaba en los albañiles y en el encargado, ¿me habrían visto? ¿O habrán pensado que era una loca que pide permiso para hacer algo y cuando lo consigue se va? ¿Tendría que haber vuelto y decirle "mirá, gracias por la buena onda pero me caí redonda en el barro y me voy a cambiar a mi casa"? No, no creo que le importe.
Llegué a mi casa, y mi mama, que sabe mis horarios, me pregunto sorprendida que había pasado. Me bajé del auto y no hizo falta contestarle. "Solamente a vos te pasan estas cosas, Julieta" "Si mamá, ya sé."
Después de lavarme las manos le conté brevemente como es que una persona va a la facultad a llevar una entrega y vuelve como si hubiera ido a una expedición en el medio de la montaña un día lluvioso. Un poco tentada y un poco indignada, me dijo que le de lo que estaba sucio.
"Todo está embarrado ma"
"¿Cómo que todo?" cara de no te creo.
"Si, todo, porque cuando me caí se me levantó el buzo y también se me embarró la remera, y le entró barro a las zapatillas así que las medias también... creo que el corpiño no se ensució"tratando de enfatizar lo positivo con una sonrisa al final.
"Ay, Julieta"
Después de ducharme decidí que las cosas pasan por algo y que si me caí en el barro quizás era una señal del destino... o eso quise creer en el momento para no hacerme cargo de mi torpeza y para no volver a la facultad.
Le mandé un mensaje a Lu diciéndole que no iba a volver y me respondió que Clara no le había creído lo que me había pasado. No estaba sorprendida. Yo tampoco lo hubiera creído si no me pasaba.
Me tiré en la cama y me fui a dormir. Sentía que me lo re merecía. Mientras estaba entre dormida y despierta pensaba, qué torpe y qué fraca ! Capaz que no tan torpe ni tan fraca, pienso hoy, pero sí un poquito de cada cosa. Torpe porque no cualquiera tiene la habilidad de caerse en el barro en la facultad, pero por lo menos pude reírme de mí misma, y fraca porque después de un accidente tan bochornoso, mi ayudante no me creyó (aunque si tengo que inventar una excusa no voy a inventar una tan estúpida), pero por lo menos ahora tengo una anécdota para contar.
Después de esto aprendí dos cosas que me gustaría compartir con quién lea esto:
1. NUNCA por más inofensivo que parezca, pisen barro. Es mil veces más vergonzoso caerse y ensuciarse que caminar en zig zag como un ganso.
2. Si alguna vez necesitan inventar una excusa, no se inspiren en esta. Mi ayudante me creyó lo que me había pasado después de varias clases en las que pudo comprobar mi torpeza en persona, pero no todos tienen mis habilidades para no ser habilidosos.


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