miércoles, 3 de septiembre de 2014

De cómo ir a entregar sin llevar la entrega.

Estoy cansada, me arden los ojos. Mis ganas de abandonar la computadora para irme a dormir un rato son inexplicables. Recién vuelvo de llevar a Sofi, mi compañera de proyecto, a la estación para que se encuentre con Fede para ir juntos a la facultad.
"Cuando llegues te vas a ir a dormir, ¿no?"
"Nooo, nada que ver. Voy a seguir dibujando" le dije tratando de convencerme a mí misma.
Sofi me tiene mucha paciencia. Además de hacer trabajos en grupo para la materia de Arquitectura, también trabajamos juntas en Historia desde el año pasado.
Este año decidimos volver a la cátedra en la que cursamos Historia I y creo que las dos nos habíamos olvidado de lo mucho que nos daban para leer. Claro que ni bien asignaron los textos que había que leer los tuvimos en nuestras manos; claro, también, que nunca los leímos (yo por lo menos).
Después de algunas clases, José, nuestro ayudante, nos dijo que la entrega sería un informe escrito y no láminas como estábamos acostumbradas a hacer el año anterior. Existía la opción de hacer una lámina de apoyo, pero la parte importante de la entrega era el informe.
A Sofi, que dibuja muy bien y hace unos gráficos geniales,  no le gustó nada. A mi me encantó.
"¿Cómo que informe? Malísimo, yo quiero hacer la entrega en láminas, no me gusta escribir"
Con alegría y algo de orgullo de tener la posibilidad de demostrarle que no soy un desastre de compañera que nunca llega a terminar su parte de las entregas, le dije que me gustaba escribir: "Vos ni te preocupes por el informe, yo me encargo."
Sofi confió en mí y se quedó tranquila.
Yo estaba re tranquila. ¿Un informe de historia? JA! Para mí era genial. Era mi posibilidad de aportar algo al grupo, ya que dibujando soy mala. Y no es un intento de ser humilde o de buscar que alguien me contradiga como cuando veo en el Facebook fotos de chicas que suben fotos divinas con la frase "Estoy horrible" para recibir comentarios con halagos. Sinceramente soy mala dibujando. Mala me-destaco-por-mi-mediocridad mala.
Tenía perfectamente organizado qué tenía que leer cada día para llegar perfectamente a la entrega. El primer día leí unas tres o cuatro hojas, tomé notas: me sentí una alumna ejemplar. Y eso fue todo. El primer día fue el primero y el último que me duró la organización.
Me encontré con todo tipo de obstáculos cada vez que me proponía seguir: tener dolor de cabeza, olvidarme los textos en otro lado, tener entrega de otra materia, volcar café sobre las hojas y tener que imprimir todo de vuelta, lo que se transformó en quedarme sin cartuchos en la impresora, y más tarde enterarme de que los cartuchos que necesitaba no estaban ingresando al país por las trabas a las importaciones.
Como siempre que se acerca una entrega, los días volaron como en esas imágenes de los dibujitos animados en que las hojas de los calendarios diarios van cambiando sus hojas hasta llegar al día del número rojo. Era la noche anterior a la entrega y no sólo no había hecho el informe, sino que no había terminado (o casi empezado) a leer los textos para poder escribirlo.
A las diez de la noche entendí que tendría que quedarme sin dormir, nada raro para alguien que estudia Arquitectura y encima es desorganizada. Leyendo los textos a una velocidad impresionante, iba escribiendo el informe a la par, leyendo y escribiendo cualquier cosa. Así pasaron las horas hasta que de repente me desperté. En algún momento me quedé dormida, sentada en el escritorio, con la computadora prendida y los textos en la mano. Cuando entendí dónde estaba y en qué situación me encontraba, me desesperé. Era de día y era TARDE. Sofía me iba a matar.
Ella había hecho su parte de la entrega y fue a la facultad esperando encontrarse conmigo y con mi famoso informe para entregar. Yo, por supuesto, nunca aparecí por la facultad porque estaba durmiendo con el teclado de la computadora en la frente.
Cuando agarré el celular tenía llamadas perdidas, mensajes de texto y whatsapp de Sofi. La llamé y le expliqué que me había quedado dormida y que no había terminado el trabajo. Me dijo que había prórroga y que podíamos entregar el lunes siguiente.
"Pero Juli por favor entreguemos el lunes porque sin el informe ni siquiera me quisieron recibir la lámina, si no llegas avisame"
"Si Sofi, quedate tranquila. Re llego para el lunes."
Ella me dio la lámina y yo tenía que terminar el informe y entregar todo junto.
Ahora tenía más tiempo y podía hacer el informe bien: arreglar el desastre que había hecho antes por estar apurada y entregarlo el lunes.
Para el lunes no llegué.
Ni para el martes.
El miércoles a la mañana con el informe terminado, lo guardé y se lo mandé a Sofi por mail para que lo vea. Lo puse a imprimir mientras iba a cambiarme para ahorrar tiempo porque José sólo estaba hasta las doce en la facultad y no me sobraba tiempo.
Cuando volví cambiada para agarrar las hojas, me sorprendí al ver que no había nada en la bandeja de la impresora. En la pantallita, un triángulo amarillo con un signo de exclamación me recordaba que no había mas tinta negra.
Desesperada, busqué por internet una imprenta que está cerca de mi casa, llamé por teléfono y les pedí el e-mail, diciendo que pasaría a buscar la impresión en cinco minutos. Mandé el e-mail y por las dudas guardé el archivo en el pen drive. Me subí al auto apurada y salí.
A los de la imprenta nunca les llegó mi e-mail y tuve que pasar del otro lado del mostrador para entrar a mi casilla de e-mail y abrir el archivo adjunto desde los correos enviados, y aunque solamente lo cuento en un par de renglones, fueron más de quince minutos y varios problemas de por medio.
Con en el informe impreso en la mano me subí al auto y agarré la autopista para ir a entregar a la facultad. Tratando de mantener la calma cada vez que miraba la hora, algo que estaban diciendo en la radio me hizo desencadenar una de esas ramificaciones de ideas en las que escucho la palabra "perro" y la asocio con el color del perro que me crucé el día anterior por la calle, y ese color con la casa que estaba al lado de la imprenta, y no sé cómo, llegué a la lámina. LA LÁMINA QUE NUNCA AGARRÉ.
Horrorizada, sabiendo que me faltaban sólo un par de kilómetros para llegar a La Plata y que no me alcanzaba el tiempo para volver a buscarla, llamé a Sofi y le conté lo que había pasado.
"¿Y yo que hago?" me preguntó. A este punto ya era imposible que no se ponga nerviosa y se enoje un poco.
"Por favor mandala al plotter que está cerca de la facu y avisales que la retiro en cinco minutos"
"Fffffff, bueno, ahora la mando"
Como siempre, no había lugar para estacionar en la calle de la facultad, así que me alejé y estacioné en el primer lugar que vi libre.
Eran las doce menos cinco y yo estaba corriendo por la calle con las hojas del informe en la mano. Retiré la lámina en el plotter y corrí a la facultad. Entré y caminé lo más rápido que pude hasta que llegué a la puerta que tenía que tocar, y miré la hora: doce Y cinco. No corro muy rápido.
"Adelante"
Abrí la puerta y me encontré con José, que para mi alivio todavía estaba.
"Perdón por llegar un poco tarde" le dije tratando de ocultar que estaba agitadísima por lo que había corrido.
"No hay problema, ¿nos vemos el miércoles en la clase?"
"Sí, hasta el miércoles" le respondí sorprendida. Supongo que esperaba que me rete por todo lo que había hecho mal, pero claro, él no sabía todas las que me había mandado.
Saliendo de la facultad, la llamé a Sofi y contenta le conté que entregué y que ya estaba todo resuelto, y sentí cómo se relajaban mis hombros, que sin darme cuenta tenía tensionados hasta el momento.
"Nos tenemos que poner las pilas y hacer las cosas bien para la próxima entrega"
"Si, obvio, nunca más esto." le dije convencida.
Unos meses después me encontré recordando esta historia cuando -de nuevo- eran las diez de la noche del martes y yo todavía no había empezado a escribir el informe para la segunda entrega de Historia, que era al día siguiente.
Decidí que la mejor manera de comunicárselo a Sofi era con un dibujito. Así que me esmeré y le hice un lindo intento de historieta, admitiendo lo torpe y desorganizada que soy. Se lo mandé y le causó gracia.
Que soy torpe es verdad, pero torpe con la suerte de tener una amiga como ella.

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